martes, 12 de mayo de 2015

LA DANZA SAGRADA DE SALOMÓN.

Bajando los peldaños, lentamente, lentamente.






Cuando Balkis apareció así vestida, con el vestido de color amaranto sutil como
aire tejido, el rey Salomón se levantó de su trono. Y todas las mujeres se
volatilizaron y desaparecieron como el humo. Y solamente Balkis permaneció en
el centro de la gran tienda real. Y Salomón descendió lentamente el primer
peldaño del trono. Y su exaltación era el secreto de su pecho. Y dijo: «Oh
perfecta en tus miembros, a causa de la presencia de mi Dios, has de saber que
mi padre David danzó delante del Arca santa. En cuanto a mí, danzaré
alrededor de ti. Pues tu ser es tan sagrado como el Arca; y, más que ella, tu
cuerpo es la casa de los misterios de mi Dios». Después descendió el segundo
peldaño, y dijo: «Oh semejante a un capullo de flor, tú que tienes, en torno a la
oreja, el color de la rosa. Has de saber que es la ley de amor la que hace girar a
las esferas y hace, así, gravitar el amor en el espacio. Y cuando el viento de
amor viene a soplar sobre la tierra, los seres humanos danzan como los astros y
los muertos sacan la cabeza de las tumbas para danzar». Y cuando estuvo sobre
el tercer peldaño, dijo: «Oh tú cuyos cabellos de jacinto se enrollan en bucles
redondos como el fruto del avellano, has de saber que la embriaguez de amor
está en la base de la fe que place a mi Dios, y que la pasión es madre del éxtasis,
y el éxtasis, madre de la danza. Permite a tu amante danzar en torno a la amada.
Daré vueltas a tu alrededor, lentamente, lentamente, como la mariposa,
lentamente, lentamente, según el rito del amor, lentamente, lentamente».
Dijo esto, y acto seguido reinó una claridad de ensueño, como en una noche
lunar. Y descendieron las notas de una música sobre un diapasón tenue como un
cabello de cristal. Y, a los sones de esta música del infinito, el danzante sagrado
se extasió. Con los brazos extendidos, una palma girada hacia el cielo en el gesto
que recibe, y la otra vuelta hacia la tierra en el gesto que da, con la cabeza
inclinada sobre el hombro derecho como sobre una almohada de nube, con los
ojos cerrados, el rey Salomón danzó. Rostro del extramundo, cuerpo bogante en
un océano de éxtasis, sombra de un soplo parecía hacer girar sobe su eje, sin
ruido ni sacudidas, danzaba, y los pies ya no tocaban la tierra más que con la
punta de los dedos. Y parecía, con su vestido abierto y ondulante, la flor en su
cáliz, el pájaro en sus alas, el surtidor que no se separa completamente de su
madre. Y danzaba alrededor de la esposa con las pestañas bajas; y giraba así, de
izquierda a derecha, en el mismo sentido que las rondas solares. Y siete veces
giró, mientras la nota invariable de cristal, gota a gota acompañaba, en una
medida de cinco, y a contratiempo, un canto sufí.
Y cuando hubo girado de este modo siete veces, el danzante sagrado, llegando
justo delante de la esposa, se detuvo bruscamente. Y sus brazos estaban ahora
cruzados sobre su pecho, con las manos sobre los hombros. Y su vestido había
caído en espiral alrededor de sus piernas tranquilas. Y se inclinó profundamente
ante Balkis, y luego a su izquierda, y luego a su derecha. Y, andando hacia atrás,
se apartó. Y, poco a poco, volvió a subir a su trono. Y de este modo se efectuó el
rito solar del éxtasis del amor.

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