EL CULTO A LA LUNA
Vamos a recrearnos con las
leyendas sobre la Luna y los dioses que la han representado en algunos pueblos
y civilizaciones.
Para los griegos, Selene era su diosa lunar, se le veía
viajando en una carroza guiada por bellos corceles. Portaba la media luna sobre
su cabeza y con una antorcha en la mano.
Endimión, era un bello pastor que se dormía contemplando
la Luna.
Una noche, Selene encontró a
Endimión dormido sobre una roca en una cueva del monte Lemos, cerca de Mileto, y se enamoró
de él con tal intensidad que le suplicó a Zeus que le concediese a
Endimión la inmortalidad para que nunca la abandonase. Endimión aceptó la
inmortalidad y la condición de permanecer dormido toda su vida, a cambio de ser
visitado por Selene todas las noches y amarla intensamente en sueños.
Otro de los romances de Selene
fue con el dios Pan, que disfrazándose de vellocino blanco consiguió seducirla.
Recordemos que Pan también pastoreaba sus rebaños en la Arcadia. Estos amores
simbolizan el deseo del pastor por la aparición de la Luna en el cielo
nocturno, porque su presencia en el cielo se traduce a la mañana siguiente en
campos bañados por el rocío y verdes pastos para sus rebaños. Pan era muy
sensual, tenía mucho éxito entre las ninfas, a pesar de su poco atractivo
físico. Virgilio, en uno de sus versos dice: “ ¡Oh, Luna! El dios de la Arcadia
te sedujo apareciendo como un vellocino blanco como la nieve. Te sedujo
llamándote para que fueses al fondo de los bosques. Y tú no desdeñaste a aquél
que te llamaba”.
En la mítica región de la Arcadia,
existía la costumbre de rendir culto a
Selene. En Roma, este culto fue introducido por los Sabinos, a raíz de la
guerra motivada por el famoso rapto de sus mujeres. El rapto de las Sabinas. A
Selene se la llamaba “ Noctiluca”, que significa “ la que luce por la noche”.
Los templos consagrados a esta diosa no estaban a cubierto y había una
llama que permanecía toda la noche encendida.
La diosa Artemisa.- Zeus, en uno de sus romances con Leto, hija de
los Titanes Ceo y Febe, se encerró con ella en los cuerpos mágicos de dos
codornices en celo. Leto quedó en cinta de sus gemelos Apolo y Artemisa y tuvo
que huir de Hera, la esposa de Zeus, que furiosa por los celos le mandó a la
serpiente Pitón, con la maldición de no consentir ningún parto que estuviese
alumbrado por el Sol.
Llevada en alas por el viento del
Sur, Leto llegó, por fin, a Ortigia, cerca de Delos, donde dió a luz a Artemisa.
El alumbramiento se produjo bajo una frondosa palmera datilera, a la que se
abrazó Leto haciendo presión con las rodillas para facilitar el parto. Recién nacida y consciente del peligro que
acechaba a su madre, le ayudó a atravesar el agua en un estrecho hasta pasar al
otro lado, a tierra firme. Allí, dio a luz a su hermano Apolo.
Este hecho milagroso realizado
por una recién nacida, hizo que se convirtiese en diosa protectora de todos los
niños pequeños y de todos los mamíferos. Cuando creció se encontró con su padre
Zeus y le pidió unos cuantos deseos, entre otros, que le concediese la
virginidad eterna, muchos nombres y un arco y flechas como a su hermano Apolo.
Su padre se lo concedió todo y mucho más, ya que estaba orgulloso de su hija,
nombrándole además guardiana de los caminos. El arco era de plata, encargo que
hizo Zeus a Hefesto.
Artemisa estaba consolidada como
la reina de los bosques, con su corte de doncellas. Cuando pasa a ser la reina
de la Luna, desplaza a Selene, hermana de Helios, la divinidad del Sol. Así es
que Apolo desplaza también a Helios.
Artemisa sigue expandiendo su
poderío desplazando también a Hécate, en su puesto de la sombra de la Luna. Ya
tiene tres personalidades y tres rostros. El de Artemis, sobre la faz del
planeta, el de Selene en el firmamento y el de Hécate, el de las sombras
eternas. La diosa ya es una poderosa criatura y son sus fieles los que van
reivindicando para ella el monopolio del poder y la unión de todos los
atributos olímpicos en sus manos. La Luna tiene también varias fases. Poderíos
en los Universos Celestiales, Terrenales y Subterráneos.
Esta leyenda sobre la poderosa
Artemisa, diosa Lunar, podría estar emparentada, observando las imágenes de las
esculturas descubiertas por todo el Mediterráneo, con la Dama de Elche. Observamos parecido con
la Ártemis de Efeso, la Bella. En Elche se colgarían de su busto para la
celebración de la Primavera, ramas de dátiles. También se le colgaban del busto
los testículos de los animales sacrificados en su honor. Vemos su gran vinculación
con la palmera datilera, que será objeto de estudio en breve. También está
presente como elemento esencial, la columna. De ahí, una pequeña escultura de
la Virgen sobre un Pilar, a orillas del Ebro, donde según la tradición se
apareció el Apóstol Santiago, en la misma época en que se afirma que la Virgen
María vivía en Efeso bajo el cuidado de San Juan Evangelista.
Jonsu, dios egipcio.- Para los egipcios, la Luna tenía mucha importancia y tenía su propio dios que era Jonsu. Formaba parte de la triada de Tebas, junto a sus padres Amón y Mut, recibiendo el título de “ Jonsu el Magnánimo”.
Su nombre proviene de las
palabras “ placenta” y “ rey”, significando “ La placenta Real”. Así
representaba la placenta que envolvía al Rey protegiéndolo dentro del seno
materno. Se entendía que el soberano se identificaba con el Sol y la placenta
se asociaba a la Luna.
Otros significados del nombre de
Jonsu son “ El que atraviesa” o “ El viajero”, por su aspecto de dios lunar y
celeste ( dios que recorre el cielo en la noche), como aparece escrito en los
Textos de las Pirámides. Este es uno de los textos religiosos más antiguos.
Está grabado en las paredes de las pirámides de reyes y reinas de Egipto.
También se le conocía como “ Dios
que espanta a los Espíritus Malignos” causantes de las enfermedades, por eso se
le consideraba protector de los enfermos, atribuyéndole poderes curativos.
Otro de los significados era “
Cerrojo de la Juventud”.
Aparece representado como un
hombre con barba en actitud de marcha, transformándose en un niño vendado como
una momia y con un disco lunar sobre la cabeza y una coleta lateral. Lleva un
collar sobre su pecho y en sus manos los cetros que le corresponden. En su
aspecto celeste se le representa con la cabeza de un halcón, como el dios Horus.
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