domingo, 7 de agosto de 2016

MITOS DE LAS RAZAS.

SOMOS LA RAZA DE HIERRO








Leyendo a Hesiodo en Los Trabajos y los días. Parece que no pasa el tiempo. No hemos cambiado, somos previsibles.

De oro fue la primera raza de hombres perecederos creada por los Inmortales, moradores de las mansiones olímpicas.
Existían en tiempo de Crono, cuando este reinaba en el cielo. Igual que dioses vivían, con el corazón libre de cuidados, lejos y a salvo de penas y aflicción. La mísera vejez no les oprimía, sino que, pies y manos siempre inalterables , se gozaban en festines, exentos de todos los males. Morían como vencidos del sueño. Bienes de toda índole estaban a su
alcance: la fecunda tierra, por sí sola, producía rica y copiosa cosecha: ellos, contentos y tranquilos, vivían de sus campos entre bienes sin tasa. Una vez que la tierra cubrió esta raza, desde entonces ellos son, por voluntad de Zeus supremo, los Genios buenos, terrestres, guardianes de los mortales hombres, los que vigilan sentencias y perversos
actos, y vestidos de bruma se extienden por toda la tierra —distribuidores de riqueza: tal es la dignidad real que
recibieron .



Una segunda raza, con mucho inferior a la primera, la de Plata, fue después creada por los moradores del Olimpo. Ni en forma ni en espíritu semejaba a la de Oro. Durante cien años, el niño, al lado de su madre buena, crecía entre juegos, en plena infancia y en su hogar. Mas cuando avanzaban en edad y llegaban al comienzo de la adolescencia, su vida ya
duraba breve tiempo, y sufrían dolores por sus locuras. No sabían abstenerse de recíproca insolencia arrebatada. No querían servir a los Inmortales, ni ofrecer sacrificios en los santos altares de los Bienaventurados, como es ley entre los hombres repartidos por moradas. A estos luego Zeus Cronión los sepultó furioso, porque no daban honores a las felices
deidades que el Olimpo habitan. Desde que la tierra cubrió también esta raza, ellos son llamados por los mortales "Bienaventurados del Infierno", Genios de segunda fila; pero aun así también a ellos algún honor les acompaña.




Y Zeus Padre creó a su vez la tercera raza de mortales hombres, la de Bronce, en nada parecida a la de Plata. Hija aquella del fresno, terrible y fuerte. Se ocupaban en las obras luctuosas de Ares  y en las osadías. No comían pan; de duro acero tenían implacable corazón, e inspiraban miedo. Grande era su fuerza, invencibles sus brazos, que en los
hombros se aplicaban sobre robustos cuerpos . Eran de bronce sus armas, de bronce también sus viviendas, y con el bronce trabajaban, pues el negro hierro no existía. Sucumbieron aquellos por sus propios brazos, y marcharon a la pútrida mansión del escalofriante Hades , privados de nombre. La negra Muerte los cogió, a pesar de que eran
temibles, y abandonaron la esplendente luz del Sol .




Luego que la tierra cubrió a su vez esta raza, Zeus Cronida creó sobre la gleba nutricia aún otra, la cuarta, más justa y más valiente, la raza divina de los Héroes, que llaman Semidioses, la generación que nos precedió en la infinita tierra.
Y a estos los hizo morir la maldita guerra y la lucha cruel: a unos, bajo los muros de Tebas, la de Siete Puertas , en el país Cadmeo , combatiendo por los rebaños de Egipto ; a los otros, más allá del gran precipicio del mar, en Troya , donde la pelea los llevó en las naves, por culpa de Helena, la de lindos rizos . Allí los envolvió la muerte en su final. A otros, Zeus Cronida y Padre los estableció lejos de los hombres, instalándolos en los confines de
la tierra. Allí viven ellos, con el corazón libre de cuidados, en las islas de los Afortunados, en los bordes del voraginoso Océano, felices héroes a quienes la fecunda tierra da tres veces al año dulce y floreciente fruto .





¡Ojalá no me tocara vivir a mi vez entre los hombres de la quinta raza! ¡O muerto antes, o nacido después! Pues ahora es la raza de Hierro. Ni de día cesarán de sufrir fatigas y miserias, ni dejarán de consumirse por la noche, en que los dioses les darán insoportables angustias . Mas, con todo, también estos verán mezclados algunos bienes con sus
males. Zeus pondrá fin así mismo a esta raza de perecederos hombres: cuando nazcan con las sienes blancas. El padre no será parecido a sus hijos, ni los hijos a su padre. Ni el huésped será ya querido por el huésped, ni el amigo por su amigo, ni el hermano por su hermano, como antaño. Despreciarán a sus padres tan pronto como envejezcan. Se
quejarán de ellos, profiriendo frases injuriosas—¡malvados!—, ni siquiera por los dioses sentirán respeto. Y a sus ancianos padres les negarán el alimento debido por haberles criado, gentes cuyo derecho es la fuerza; cada cual saqueará la ciudad de otro . Ningún valor tendrá el juramento, ni la justicia, ni el bien, y honrarán más al ejecutor de crímenes y violencias. El derecho estará en la guerra y la conciencia no existirá. Atacará el cobarde al varón valiente, hablándole con torcidas razones, a las que pondrá falso juramento. A los infelices hombres, sin excepción, los acosará la Envidia de siniestros ecos, gozadora del mal, la de odiosa faz .


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