viernes, 19 de septiembre de 2014

LA LEYENDA DE ORFEO Y EURÍDICE.

EL VIAJE AL INFRAMUNDO POR AMOR






El mito de Orfeo y Eurídice es uno de los más famosos de la Antigüedad. Se cuenta maravillosamente en Las metamorfosis, de Ovidio: “ No hubo palabras de dolor en su segunda muerte. Contra su señor profirió : ¿ cómo puede el amor lleno de ansia ser reprendido? Un último y triste adiós, apenas audible, suspiró ella. Y se desvaneció entre los fantasmas que antes había dejado”.


Orfeo, era hijo de Eagro, el rey Tracio y la musa Calíope “la de la bella voz”, de los cuales había heredado el don de la música y la poesía.
Cuentan que Apolo le regaló la lira de las siete cuerdas, a la que Orfeo añadió dos más en honor a las nueve Musas. En agradecimiento, ellas le enseñaron a tocarla y a entonar cantos dulces y melodiosos. Aprendió muy rápido y llegó a superar en destreza y maestría al mismísimo Apolo.
Cuando Orfeo interpretaba sus dulces y conmovedoras melodías, las piedras lloraban de emoción, los ríos detenían su curso para escucharle y todos los animales le seguían abandonando la fiereza.



Se unió a la expedición de los Argonautas, a los que se unió para conocer el mundo. Con sus melodías fue capaz de ocultar el canto de las sirenas, anulando su poder.
 Cuando regresó de la expedición, conoció a Eurídice, de la que se enamoró perdidamente. La ninfa no pudo resistirse a sus bellos cantos melodiosos y accedió a casarse con él.
Vivieron muy felices, pero un día, cuando Eurídice paseaba, se encontró con Aristeo, que intentó forzarla. Huyendo despavorida pisó una víbora, que le picó en el talón, causándole la muerte.
Orfeo lloraba y se lamentaba, ya no podía cantar ni tocar sus melodías. Sólo podía emitir sonidos profundos de intenso dolor, lamentos desgarradores que rompían el corazón a quienes lo escuchaban. Su pena fue tan insoportable que pidió una audiencia con Zeus, en el Olimpo. Zeus se conmovió tanto por este amor, que le dio permiso para ir en busca de Eurídice al reino de Hades, no sin antes prevenirle de todos los peligros por los que tenía que pasar antes de encontrarse con el hermano mayor de Zeus.



Mientras Orfeo descendía al mundo tenebroso, el pensar que podría volver a tener a Eurídice en sus brazos nuevamente, le hizo olvidarse de todos los peligros a los que pudiera enfrentarse y volvió a entonar las dulces melodías, envolviéndose en un halo protector nunca imaginado por nadie.  Al llegar al río Aqueronte, a pesar de que no llevaba ninguna moneda, el viejo y enjuto Caronte se quedó embelesado por los cantos y lo llevó con su barca hasta la otra orilla. Allí, el perro de múltiples cabezas, Cerbero, le cedió el paso amablemente, extasiado por la melodía. Siguió tocando, y entonando las melodías por el camino hacia el Palacio de Hades y su esposa Perséfone, dispersándolas por todo el Tártaro, impregnando todos los rincones, donde las almas condenadas pudieron descansar de los múltiples tormentos, callando los tormentos y gritos escalofriantes.
De este modo llegó Orfeo hasta el trono del rey de estos dominios tenebrosos. Le hizo saber a Hades y a su esposa los motivos que le habían llevado hasta allí y tanto amor desafiando peligros les enterneció tanto que accedieron a su petición de retorno de Eurídice a la Tierra de los vivos, pero con una condición: Orfeo debía de ir él primero y Eurídice, detrás y no debía mirar hacia atrás hasta llegar a tocar la luz del reino de los vivos.


A Orfeo, esa condición le resultó fácil de cumplir y la aceptó con mucha alegría y se regocijó en ella. Comenzó a andar tocando una graciosa melodía, le seguía detrás Eurídice, llena de alegría.
Subiendo por el angosto camino hacia la salida de los mundos tenebrosos, Orfeo dudó de las palabras de Hades, ¿será cierto?, se preguntaba, que su amada le siguiese. ¿Habrá sido todo producto de mi imaginación? Entonces, le invadió una angustia muy profunda, cuando quedaban unos metros para atravesar el umbral entre las tinieblas y la luz, el miedo a encontrarse con el vacío y la nada, hizo que girase la cabeza. Allí estaba ella, tan bella como siempre, pero empezó a desvanecerse al mismo tiempo que le decía un adiós que apenas se escuchaba, sintiendo que una terrible fuerza la devolvía a los mundos subterráneos. Eurídice desapareció para siempre, y  ya no tendrían más oportunidades.




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