EL VIAJE AL INFRAMUNDO POR AMOR
El mito de Orfeo y Eurídice es
uno de los más famosos de la Antigüedad. Se cuenta maravillosamente en Las
metamorfosis, de Ovidio: “ No hubo palabras de dolor en su segunda muerte.
Contra su señor profirió : ¿ cómo puede el amor lleno de ansia ser reprendido?
Un último y triste adiós, apenas audible, suspiró ella. Y se desvaneció entre
los fantasmas que antes había dejado”.
Orfeo, era hijo de Eagro, el rey
Tracio y la musa Calíope “la de la bella voz”, de los cuales había heredado el
don de la música y la poesía.
Cuentan que Apolo le regaló la
lira de las siete cuerdas, a la que Orfeo añadió dos más en honor a las nueve
Musas. En agradecimiento, ellas le enseñaron a tocarla y a entonar cantos
dulces y melodiosos. Aprendió muy rápido y llegó a superar en destreza y
maestría al mismísimo Apolo.
Cuando Orfeo interpretaba sus
dulces y conmovedoras melodías, las piedras lloraban de emoción, los ríos
detenían su curso para escucharle y todos los animales le seguían abandonando
la fiereza.
Se unió a la expedición de los
Argonautas, a los que se unió para conocer el mundo. Con sus melodías fue capaz
de ocultar el canto de las sirenas, anulando su poder.
Cuando regresó de la expedición, conoció a
Eurídice, de la que se enamoró perdidamente. La ninfa no pudo resistirse a sus
bellos cantos melodiosos y accedió a casarse con él.
Vivieron muy felices, pero un
día, cuando Eurídice paseaba, se encontró con Aristeo, que intentó forzarla.
Huyendo despavorida pisó una víbora, que le picó en el talón, causándole la
muerte.
Orfeo lloraba y se lamentaba, ya
no podía cantar ni tocar sus melodías. Sólo podía emitir sonidos profundos de
intenso dolor, lamentos desgarradores que rompían el corazón a quienes lo
escuchaban. Su pena fue tan insoportable que pidió una audiencia con Zeus, en
el Olimpo. Zeus se conmovió tanto por este amor, que le dio permiso para ir en
busca de Eurídice al reino de Hades, no sin antes prevenirle de todos los
peligros por los que tenía que pasar antes de encontrarse con el hermano mayor
de Zeus.
Mientras Orfeo descendía al mundo
tenebroso, el pensar que podría volver a tener a Eurídice en sus brazos
nuevamente, le hizo olvidarse de todos los peligros a los que pudiera
enfrentarse y volvió a entonar las dulces melodías, envolviéndose en un halo
protector nunca imaginado por nadie. Al
llegar al río Aqueronte, a pesar de que no llevaba ninguna moneda, el viejo y
enjuto Caronte se quedó embelesado por los cantos y lo llevó con su barca hasta
la otra orilla. Allí, el perro de múltiples cabezas, Cerbero, le cedió el paso
amablemente, extasiado por la melodía. Siguió tocando, y entonando las melodías
por el camino hacia el Palacio de Hades y su esposa Perséfone, dispersándolas
por todo el Tártaro, impregnando todos los rincones, donde las almas condenadas
pudieron descansar de los múltiples tormentos, callando los tormentos y gritos
escalofriantes.
De este modo llegó Orfeo hasta el
trono del rey de estos dominios tenebrosos. Le hizo saber a Hades y a su esposa
los motivos que le habían llevado hasta allí y tanto amor desafiando peligros
les enterneció tanto que accedieron a su petición de retorno de Eurídice a la
Tierra de los vivos, pero con una condición: Orfeo debía de ir él primero y
Eurídice, detrás y no debía mirar hacia atrás hasta llegar a tocar la luz del
reino de los vivos.
A Orfeo, esa condición le resultó
fácil de cumplir y la aceptó con mucha alegría y se regocijó en ella. Comenzó a
andar tocando una graciosa melodía, le seguía detrás Eurídice, llena de
alegría.
Subiendo por el angosto camino
hacia la salida de los mundos tenebrosos, Orfeo dudó de las palabras de Hades, ¿será
cierto?, se preguntaba, que su amada le siguiese. ¿Habrá sido todo producto de
mi imaginación? Entonces, le invadió una angustia muy profunda, cuando quedaban
unos metros para atravesar el umbral entre las tinieblas y la luz, el miedo a
encontrarse con el vacío y la nada, hizo que girase la cabeza. Allí estaba
ella, tan bella como siempre, pero empezó a desvanecerse al mismo tiempo que le
decía un adiós que apenas se escuchaba, sintiendo que una terrible fuerza la
devolvía a los mundos subterráneos. Eurídice desapareció para siempre, y ya no tendrían más oportunidades.
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