LAS MANZANAS, LAS HESPÉRIDES, NO RENDIRSE, SER BUENO.
El
Maestro ordena que cuiden el árbol sagrado. Que Hércules debe desarrollar el
poder de buscar sin desmayo, exigirle ahora perseverancia. Ha cumplido bien hasta
ahora, en esto va a consistir el trabajo.
Lejos, en una región distante, crecía el árbol sagrado, el árbol de la sabiduría, y en él crecían las manzanas de oro de las Hespérides. Hércules sabía de su existencia y cuando salió la orden de buscarlas buscó al Maestro, preguntándole el camino para ir y encontrar el árbol sagrado y recoger las manzanas.
"No es así, hijo mío”, replicó el Maestro, el camino es largo. Recuerda que el árbol sagrado está bien custodiado. Tres hermosas doncellas aprecian el árbol protegiendo bien su fruto.
Y
anduvo por toda la tierra buscando el árbol sagrado, pero no lo encontró. Al
principio soñó con un éxito rápido, pero Anteo, la serpiente, le encontró en
ese camino y luchó con él, venciéndole en todas las ocasiones.
"Ella custodia el árbol”, dijo Hércules, "esto se me dijo; el árbol debe estar muy cerca de ella, debo acabar con su guardián y así, destruyéndolo, abatir el árbol y coger el fruto". Sin embargo, a pesar de luchar con mucha fuerza, no triunfó.
Luchando
nuevamente con todo su poder, asió la serpiente con ambas manos, elevándola en
el aire y alejándole del suelo. ¡He aquí la hazaña fue hecha!: Anteo, vencido,
dijo: "Yo vengo otra vez con diferente apariencia en el octavo portal.
Entonces,
se encontró con Busiris, el gran engañador, hijo de las aguas, pariente cercano
de Poseidón. Su trabajo es conducir a los hijos de los hombres al error, a
través de palabras de aparente sabiduría.
Su
fuerza se agotó. Él amó, adoró a Busiris, y aceptó todo lo que éste dijo. Su
debilidad crecía día tras día, hasta que llegó un día en que su amado maestro
le amarró a un altar y lo mantuvo atado durante un año.
Un
día, recordó las palabras de Nereo, que le dijo que la fuerza estaba en Él ,
que tenía un poder y una fuerza que es la herencia de todos los hombres, la
fuerza de los hijos de Dios, entonces, rompió sus ataduras, asió al falso
maestro y lo ató al altar en su lugar. Siguió con su tarea.
En
su camino encontró a Prometeo encadenado a una roca, sufriendo horribles
agonías de dolor, causado por los buitres que picoteaban su hígado, matándolo
así poco a poco. Él rompió la cadena que le sujetaba y liberó a Prometeo,
persiguiendo a los buitres hasta su distante guarida y cuidando del hombre
enfermo hasta que se hubo recuperado de sus heridas. Entonces, con mucha
pérdida de tiempo, nuevamente comenzó a ponerse en camino.
Siguió
hacia las altas montañas del este y en brillante y soleado día, vio el objeto
de su búsqueda y apresuró entonces sus pasos. "Ahora tocaré el árbol
sagrado", gritó en su alegría, "venceré al dragón que le custodia;
veré las hermosas doncellas de grande fama, y cogeré las manzanas".
Pero,
nuevamente, fue retenido por sentimiento de profunda pena. Atlas le hacía
frente, tambaleante bajo la carga de los mundos sobre su espalda. Su rostro
estaba marcado por el sufrimiento; sus miembros curvados por el dolor; sus ojos
cerrados por la agonía; él no pedía ayuda; no vio a Hércules sino que
permaneció encorvado por el dolor, por el peso de los mundos. Hércules,
temblando, observó y estimó la medida de la carga y el dolor. Olvidó su
búsqueda. El árbol sagrado y las manzanas desaparecieron de su mente; solo
buscó ayuda al gigante, y eso sin tardanza; se arrojó hacia adelante y
ansiosamente quitó la carga de los hombros de su hermano levantándola sobre su
propia espalda, echándose a los hombros la carga de los mundos. Cerró sus ojos,
asegurándose con esfuerzo, y ¡he aquí! la carga rodó, y él se halló libre, y
también Atlas.
Delante
de él estaba parado el gigante y en su mano sostenía las manzanas de oro,
ofreciéndolas, con amor, a Hércules. La búsqueda había terminado.
Las
tres hermanas sostenían aún más manzanas de oro, y lo instaban también a
recibirlas en sus manos, y Eglé, esa hermosa doncella que es la gloria del sol
poniente, le dijo, poniendo una manzana en su mano, "El Camino hacia
nosotras está siempre marcado por el servicio. Actos de amor son hitos en el
Camino".
Entonces
se paró ante el Maestro y rindió debida cuenta de todo lo que había acontecido.
El Maestro le expresó su regocijo y luego, señalando con el dedo, indicó el
cuarto Portal y le dijo: "Pasa a través de ese Portal. Captura la gama y
entra una vez más en el Lugar Sagrado".
En
China se habla de Cástor y Pólux, que son las estrellas de la Constelación de
Géminis, como de los dos "dioses de la puerta", mostrando el tremendo
poder que el dios de la materia puede asumir, y también la potencia de la
divinidad.
Las
tres constelaciones que se encuentran en conexión con el signo son Lepus, la
liebre, el Can Mayor y el Can Menor, y en su interrelación y su asociación de
éstas con Hércules, el aspirante, la historia completa del ser humano, estaba
de nuevo notablemente descrita.
Bonito relato de búsqueda, amor y servicio al que necesita. Gracias.
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