AHORA, SABEMOS EL POR QUÉ.
Y aquel que rige el Universo, mira y observa
los hombres, qué son los hijos de Dios.
Él ve su
luz y cómo van recorriendo en círculo a través de los doce grandes portales y
cómo se van abriendo y cerrando. su luz es poco clara al principio porque
aprenden lentamente. Su tendencia es egoísta en sus aspiraciones y suelen ser
muy oscuros sus actos.
La
verdad la comprenden lentamente, pero deben purificarse de su naturaleza para
seguir recorriendo el sendero y superar todas las pruebas. El gran anciano
observaba el girar de la rueda y uno de los hombres llamaba su atención
constantemente, y preguntó: ¿ quién es
aquel cuya luz puede ser vista desde aquí, entre tanta oscuridad?
Y llegó la respuesta: “Es el alma que, en el sendero de la vida experimenta y busca
la clara luz de la inteligencia, es un alma que lucha”.
Pues dile de mi parte que viaje alrededor del
círculo y que, a través del mismo, encontrará lo que busca.
Vigila sus pasos y cuando tenga un corazón comprensivo,
una mente anhelante y una mano diestra, ¡traédmela!.
Nuevamente pasaron los siglos. La gran rueda
giró y, girando, llevó a todos los hijos de los hombres, que son los Hijos de
Dios sobre su senda.
Ellos encontraron el sendero. Pasaron los Portales
y se esforzaron hacia la cima de la montaña, y hacia el lugar de muerte y
sacrificio. El Maestro vigilante vio un hombre emerger de esta multitud, subir
a la Cruz fija pidiendo hazañas que cumplir, servicios que rendir a Dios y al
hombre, y buena voluntad para recorrer el Sendero hacia Dios. Se paró delante
del Gran Ser que Preside, el cual trabaja en el Concilio de la Cámara del Señor
y oyó adelantarse una voz:
"Obedece al Maestro en el Sendero.
Prepárate para las últimas pruebas. Pasa a través de cada Portal y en la esfera
que ellos descubren y guardan, ejecuta el trabajo que convenga a su esfera.
Aprende así la lección y empieza con amor a servir a los hombres de la
tierra".
Luego le llegó al Maestro la palabra final: “Prepara al candidato. Dale
sus trabajos a realizar y coloca su nombre sobre las tablas de la Senda
viviente". El tibetano.
Trazaremos la historia de Hércules y su esfuerzo al emprender ciertas
tareas de una naturaleza simbólica pasando por ciertos episodios y los logros
que caracterizan al hombre que busca liberarse de esa cruz a la que está
fijado. Él representa al encarnado, aún no perfeccionado Hijo de Dios, quien
con determinación toma en sus manos la naturaleza inferior y voluntariamente la
sujeta a la disciplina que producirá eventualmente el surgimiento de la
divinidad.
Es un descarriado pero sinceramente fervoroso
ser humano, conocedor inteligente del trabajo que tiene que cumplir.
En
este sendero, Hércules se somete a un proceso madurador, para que la flor del
alma pueda expandirse rápidamente. La inevitabilidad de la perfección humana
tiene su base en la voluntad para plasmar su huella en ese camino.
Los
misterios ocultos y las fuerzas latentes en los seres humanos, necesitan ser
descubiertos y requieren ser utilizados de una manera divina y de acuerdo con
un divino propósito, inteligentemente comprendido.
Nuestro propósito es presentar un aspecto de la
astrología distinto al que habitualmente se nos ha presentado. A medida que
Hércules pasa por todos los signos del Zodíaco, expresa sus características, y
en cada signo, logrará algún conocimiento nuevo de sí mismo, y a través de ese
conocimiento demostrará el poder del signo y adquirirá los dones que él mismo
concede. En cada uno de los signos lo encontraremos venciendo sus tendencias
naturales, controlando y gobernando su destino, y demostrando el hecho de que
las estrellas inclinan pero no controlan.
Cada uno de nosotros es un Hércules en embrión,
y cada uno enfrenta idénticos trabajos; cada uno tiene la misma meta que lograr
y el mismo círculo del zodíaco que abarcar. El trabajo a realizar tiene como
objetivo principal, la eliminación de todo temor y el control de las fuerzas
naturales de la naturaleza humana.
El hombre vive crucificado en la materia y las
características de vivir bajo la regla de la materia son: el temor, el individualismo, la rivalidad y la codicia.
Los
objetivos de competencia y egoísmo deben ser eliminados porque no forman parte
de la confianza espiritual.
Esta es la historia de nuestro sistema solar, la historia de nuestro planeta y la historia del ser humano.
Cuando miramos hacia arriba los cielos estrellados, vemos la descripción de este gran drama, la historia de Hércules.
Bibliografía: Los 12 Trabajos de Hércules, de Alice Bailey.
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