martes, 26 de agosto de 2014

EL OCTAVO PORTAL, EL DE ESCORPIO, UNO DE LOS TRABAJOS DE HÉRCULES.

HÉRCULES SE ENFRENTA A LA HIDRA DE LERNA


Museo del Louvre. París.



Este es el relato de uno de los 12 Trabajos de Hércules que le manda Euristeo.
Este animal, la Hidra de Lerna, está relacionada con los escorpiones, ya que, cuando se le corta una de sus múltiples cabezas, según los autores, varían de 8 o 9 hacia 100, la sangre al caer al suelo se convierte en escorpiones y en serpientes.
De los relatos que existen sobre esta leyenda, el de Alice Bailey es el que vamos a utilizar, ya que es el que desprende mayor belleza.

"Junto al Río Amimona, está el infesto pantano de Lerna. Dentro de esta fétida ciénaga yace la monstruosa hidra, una calamidad en la comarca. Esta criatura tiene nueve cabezas, y una de ellas es inmortal. Prepárate a combatir con esta repugnante bestia. No pienses que pueden servirte, medios ordina­rios; destruyes una cabeza, dos crecen aceleradamente"

“Yo sólo puedo dar una palabra de consejo”, dijo el Maestro. "Ascende­mos arrodillándonos; vencemos cediendo; ganamos renunciando. Ve. ¡Oh, hijo de Dios e hijo del hombre, y vence!" Entonces, Hércules pasó a través del octavo Portal.

El estancado pantano de Lerna era una mancha que desalentaba a todos los que llegaban a sus confines. Su hedor contaminaba toda la atmósfera en un espacio de siete millas. Cuando Hércules se aproximó, tuvo que detenerse, pues sólo el olor casi lo venció. La cenagosa arena movediza era un peligro, y más de una vez Hércules rápidamente retiró su pie temiendo que fuera succionado por la tierra floja.

Finalmente encontró la guarida donde moraba la monstruosa bestia. Dentro de una caverna donde reinaba perpetua noche, la hidra estaba oculta. De día y de noche Hércules rondaba el traicionero pantano, esperando el momento propicio en que la bestia saliera. Vigilaba en vano. El monstruo permanecía dentro de su fétida ciénaga.

Recurriendo a una estratagema, Hércules sumergió sus flechas en brea ardiendo y las hizo llover directamente dentro de la bostezante caverna donde moraba la horrible bestia. Una agitación y conmoción sobrevino al punto.

 La hidra emergió, con sus nueve encolerizadas cabezas exhalando llamaradas. Su escamosa cola azotaba furiosamente el agua y el barro salpicando a Hércules. A tres brazas de altura se levantó el monstruo, una cosa de tal fealdad que parecía como si hubiera sido hecha con los más impuros pensa­mientos concebidos desde que empezó el tiempo. La hidra se abalanzó sobre Hércules y buscó enrollarse alrededor de sus pies. El se apartó y le asestó un golpe tan demoledor que una de sus cabezas fue inmediatamente separada. Apenas había caído esta horrible cabeza  dentro del pantano, dos crecieron en su lugar. Una y otra vez Hércules atacó al furioso monstruo, pero con cada asalto se volvía más fuerte, no más débil.

Entonces Hércules se acordó que su Maestro había dicho, “nos elevamos arrodillándonos”. Arrojando a un lado su garrote, Hércules se arrodilló, agarró a la hidra con sus manos desnudas y la levantó en el aire. Suspendida en medio del aire, su fuerza disminuyó. De rodillas entonces, él sostuvo a la hidra alto por encima suyo para que el aire y la luz purificadoras pudieran tener su esperado efecto. El monstruo, fuerte en la oscuridad y el pantanoso barro, pronto perdió su poder cuando los rayos del sol y el contacto del viento cayeron sobre él.


Se esforzó convulsionante, pasando un estremecimiento a través de su repugnante figura. Más y más desfallecida se hizo su lucha hasta que fue vencida. Las nueve cabezas se inclinaron, luego con jadeantes bocas y vidriosos ojos cayeron flojamente hacia adelante. Pero sólo cuando ellas yacían sin vida, Hércules percibió la mística cabeza que era inmortal. 
Entonces Hércules cortó la cabeza inmortal de la hidra y la enterró, silbando todavía ferozmente, debajo de una roca.
Mientras Hércules luchó en el pantano, en medio del fango, el cieno, y la arena movediza, fue incapaz de vencer a la hidra. Tuvo que levantar al monstruo en el aire; esto es, trasladar su problema a otra dimensión, para poder resolverlo. Con toda humildad, arrodillándose en el fango, tuvo que examinar su dilema a la luz de la sabiduría y en la atmósfera elevada del pensamiento escrutador. De estas consideraciones podemos deducir que las soluciones a muchos de nuestros problemas vienen sólo cuando se logra un nuevo foco de atención, cuando se establece una nueva perspectiva.

Cuando este monstruo de la crueldad es elevado en el aire a la luz de la razón y la compasión, pierde su poder. La tarea de transformar la energía de la crueldad en la de una activa compasión, aún permanece. En dos pruebas Hércules "mató" cuando debería haber amado, pero en Escorpio él realizó esta transformación, extirpando de su propia naturaleza una tendencia que lo habría perjudicado en toda empresa futura.

El de Escorpio es el trabajo que desde ciertos ángulos nos ha preocupado y nos preocupará por largo tiempo porque, a diferencia de Hércules, nosotros no hemos triunfado sobre la hidra.


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